Solías coquetearme
y elogiarme.
Solías hacerme reír
hasta llorar.
Eres perfecta,
dijiste más de una vez;
mientras mis mejillas se tornaban color carmesí
tú exhalabas el humo de tu cigarrillo en mi rostro,
sólo para molestarme,
porque sabías cuánto lo odiaba.
Podría enamorarme de ti,
dijiste más de una vez.
Nadie me escucha como lo haces tú.
Y era cierto, me importabas,
me importabas tanto.
Éramos amigos,
siempre deseé que fuésemos algo más.
Tú me insinuabas lo mismo,
pero cuando te preguntaban por mí
tú tan sólo hacías una mueca de asco
y luego reías.
Porque era cierto.
Yo era perfecta para ti.
Pero sólo en el interior.
En cambio tú,
tú no eras perfecto para mí.
En lo absoluto, nunca lo fuiste.
Pero mentiste, no te podías enamorar de mí,
porque gente como tú no es capaz de amar,
no es capaz de ver más allá de lo físico.
Me importabas, pero yo no a ti.
Ni como amigos, ni como algo más.
Porque mi peso fue motivo de asco,
porque las marcas en mi piel, motivo de burla,
porque el sonido de mi voz, motivo de desprecio
porque la forma de mi cabello, motivo de disgusto.
Porque yo no fui suficiente para ti.
Porque yo no fui perfecta para ti.
Porque me hiciste creer que el problema era yo,
cuando el enfermo aquí eres tú.