Hay manojos de amor que cada noche
se abren en flor para caer desgranados.
Muchos de ellos, al pasar el tiempo
palidecen y quedan apagados.
Otros, en cambio, resisten los vientos
en el árbol al que se han aferrado.
Y entonces un milagro sucede:
entre pañales y besos,
un fruto es anunciado.
Fruto nacido de un manojo de amor,
fruto que en lo oculto se va formando
para que al tiempo de su floración
reviente el capullo y se oiga su llanto.
Entre cariño, palabras y amor
recibe el niño fervientes abrazos
que lo nutren con tierno calor
hasta que su sueño sea reposado.
Lo miran los padres con tierna pasión
mientras sus ojos se vuelven abrazo.
Recuerdan una noche, manojo de amor,
noche cuando Dios quiso quedarse callado,
viendo cómo dos se hicieron manojo de amor
y sin saber, un fruto sembraron.