alupego (Ángel L. Pérez)

CORAZÓN QUE SE DESNUDA

 

En el devenir constante,
de los hechos que se turnan.
Como luces vacilantes,
van cambiando su semblante.
En la hoguera se transforman.
Como brasas titilantes,
que lo que acogen devoran.

Al viento lanzan sus cuitas.
Para que el viento en su seno,
con su abrazo las diluya.
En vendaval se transforman.
Cuando el dolor es más grande,
que la enorme pena misma.
Grito que el aire recoge,
para que el tiempo le asista.

Temores que son condenas.
Miedo que el temblor agita.
Y cuando el pánico habita,
en la raíz del conocimiento.
Nace el odio insatisfecho,
en los bordes de la herida.
Miedo que se va enquistando.
En los débiles cimientos,
que construyeron sus vidas.

Palabras, solo palabras.
Insatisfechas y huidizas.
Pero que van dando forma,
al pensamiento que arriba.
Que arriba en los arsenales,
que el intelecto concita.
Lejos se aleja la aurora,
cuando la imagen claudica.
Y las palabras liberan,
aunque también sacrifican.

Sonidos que se desplazan.
Cuerpos sin luz se deslizan.
Cuando mirando por dentro,
es el vacío quien domina.
Pensamientos pululantes,
que van y vienen sin rima.
Perdidos en los encajes,
de ropajes de mentira.
Notas frías de un concierto,
que va enfriando la vida.

El amor se va acercando,
a los bordes de la sima.
A la oscuridad se asoma,
para verla desde arriba.
En sus ojos la belleza,
que a la oscuridad cautiva.
En su mirada radiante,
se adivina la locura.
En su poder de gigante,
se centran todas las dudas.
Pero las penas eclipsa,
con su latente ternura.

Vientos de cálidos soles.
Aromas de luz de Luna.
Pensamientos soñadores.
Que el infinito transforman,
disipando los temores.
Cálido aliento que alienta.
Sabor de intensa dulzura.
Corazón que se desnuda,
para que se vea el alma.
Escondida en la espesura,
A. L.
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