Recostada a un lado de mi mustia
cama, dándole la espalda
a la ventana, pues hace mucho tiempo
ya, que la Luna no me habla.
En una espesa duermevela, me pareció distinguir una luz, el tímido
titilar de un lucero que solía rondarme en mis noches calladas.
Quise abrazarme a su fulgor y llenarle entero de besos, pero mi cercanía
su luz menguaba, se alejó unos pasos y con un sutil parpadeo, me
dijo que los ángeles de la guarda
no deben ser descubiertos.
Prometí no decir nada y una paz indefinible, me fue llevando
al sueño en su regazo, como si Morfeo me compensara de tantas
noches insomnes atrasadas, siendo
el leal paño de lágrimas
de otras muchas madrugadas, cuando creyendo llorar a solas, estuvo
siempre compartiendo mi desgarro.
Serenamente me fue embriagando
con su proceder sensato
y bajo el confidente manto estrellado
que nos cubrió aquella noche,
le contamos nuestros
secretos a una estrella sonámbula.
Me auguraste un confortable
futuro, prometiste velar mi descanso,
traer el sol a mi ventana,
apenas cantara el gallo y susurrarme
al oído: \"Despierta mi amor,
que este día hay que gastarlo”.
Y desde aquella mágica noche,
eres todo en mitad de nada,
brújula y guía en mi andar apresurado,
enemigo de la prisa y maestro
del despacio, esperando paciente, verme feliz disfrutando la vida.
Trocito a trocito…Beso a beso...
”DESPACIO”
Pilar González Navarro
Julio 2018.