Compartimos aquella mirada,
la que anticipa el porvenir.
Ambos reímos nerviosos,
¿es acaso la primera vez que hacemos esto?
Te acercas a mí,
tu mirada se vuelve oscura,
y tu sonrisa coqueta.
Ese gesto me derrite.
Mis manos comienzan a sudar,
y mi cuerpo entero a temblar.
Revoloteas rápidamente tus gruesas pestañas,
y yo río.
Hay tensión.
Y nos gusta.
Nos atrae.
Nos excita.
Lenta y suavemente
comienzas a besarme.
Sonrío sobre tus labios
y mordisqueo.
Enredas mi cabello entre tus dedos,
mientras mis mejillas se tornan del color de mi lencería
que ahora se encuentra en el suelo.
Mis ojos se cierran
al sentir el vaivén de nuestros cuerpos unidos,
como si fuesen uno.
Si esto es pecado,
¿por qué se siente como milagro?
Eres un escultor,
y yo soy la arcilla.
Moldeas con tu roce,
perfeccionas con tus labios.
Eres un pintor,
dibujando trazos suaves y precisos
sobre el lienzo que es mi cuerpo.
Eres un músico.
Tocas los acordes exactos
para completar la melodía que forman nuestros gemidos.
Eres un artista,
ensimismado por su locura y por su creatividad
para hacer de este ritual
su mejor obra de arte.