Katia lleva meses sin documentación,
es una mujer rusa, vestida con traje chaqueta,
de elegante postura y perdida mirada.
Cada lunes su triste sonrisa y una sola
demanda: un beso en la mejilla.
Mohamed vuelve de pasar tres semanas en Roma,
ha dormido en la calle y no encontró la fortuna.
Sin embargo, sonríe y sin desfallecer sigue en la lucha.
Le leo las ofertas de trabajo a Sana,
una joven marroquí que vive sola con
su bebé de meses y no conoce el idioma.
Rashid me pide que, por favor, escriba por él sus
ofertas señaladas y avergonzado ni me mira a los ojos.
Jawali promete traerme caramelos para mis hijos,
sin tan siquiera saber que no los he tenido.
Pedro me devuelve el "buenos dias" con una sonrisa
despoblada, que hace años perdió entre duras drogas.
Todos y cada uno de ellos buscan trabajo y aunque
hoy quizás no lo encuentren, lo más importante
fue el buenos dias y una cálida sonrisa.