\"Hoy me decidí a mirarte. Tú no me viste. Estabas lejos y ausente, pero yo si pude observarte con la nostalgia y la sutil delicadeza intencionada de quien te ama.
No necesito tenerte delante para ver la infinita bondad que destellan tus ojos. Para ver la pasión con la que vibran al descubrir esos detalles que a los demás se nos escapan. Tú lo vives porque está innato en tu esencia.
Estás lejos, pero eso no implica no admirarte, como al Don de la sensibilidad, de amar, de ayudar buscando siempre la felicidad en los demás. Como la Compasión, el Don más admirable.
Y es que no necesito tenerte aquí, justo frente a mí, para recorrer con mi vista tu rostro y tu cuerpo y tus manos, esas sabias manos.
No estás aquí, ahora, conmigo, como sí lo está el liviano verano, acomodado en la puerta de una siesta inmersa en sueños infinitos y bellos, sueños contigo, con tus ojos y con tus manos y con besos.
Veinticuatro o cuarenta y siete besos para ti, o la suma del número de pasos que me lleven hasta tus labios, hasta tu seductora y evocada boca.
¡Yo los cuento! Sí. Yo me encargo de todos esos pasos convertirlos en besos, de otorgar el capricho al camino que se alza a tu encuentro, de regalarte los besos contados, los besos amados. Los que para los amantes son los besos más deseados.
¡Veinticuatro o cuarenta y siete besos para ti! o una vida entera que durante mi siesta en los livianos veranos, entre bellos sueños romanticos, seguiré con tus besos soñando\".
Eva.