B Quinchanegua

Los éxtasis del anís

Los éxtasis del anís

Decidí, al amparo del silencio y la quietud del campo

ignorar mis ímpetus sobre el transcurrir del tiempo.

Iba obnubilado entre el embeleco de lo humano

Y ahora voy feliz, ebrio, andrajoso y turbulento.

 

No le pido calma a los vértigos del precipicio,

y ya no quiero la pasión de un ósculo sincero;

al arrullo de mi anís hermano, un sentimiento inicuo,

me basta para delirar con los lúbricos excesos.

 

Antes yo pugnaba con mi monstruosidad incierta

que me recorre como una lumbre circunda al viento;

la dominaba... con un poema, con un poema,

ahora discurro a su afán y es su néctar mi aliento.

 

Decidí, sobre las muertas hojas de un pinar,

oyendo el sórdido mugir de las rumiantes vacas,

que transitaré la senda de mi ardua juventud

en la embriaguez suprema que mi desazón demanda.

 

La razón es noble, la razón es sencilla y justa,

no responde al juicio vano de un soberbio inquirir

ni al impulso rabioso de un momento de locura;

mi razón es noble: ¡Quiero vivir! ¡Quiero vivir!