Hojas del árbol caído.
Que flotando en el olvido,
van decorando los pasos,
de los andantes perdidos.
Como cuentas de un collar,
unidas a un fino hilo.
Ensartadas al azar.
Sujetas a un mismo sino.
Con el brillo desigual.
Pero en el mismo camino.
Se detiene al contemplar.
En silencioso sigilo.
Como una ola tras otra.
Unidas al mismo líquido.
Van devorando la carne,
de la tierra que las frena,
juntas marcando su ritmo.
Como los granos de arena,
se colocan en su sitio.
Rimero de almas perdidas.
En busca de corazones,
que alimenten sus latidos.
Una tras otra en vigilia.
Encadenando razones,
que liberen sus conflictos.
En las fibras de sus cuerpos,
vibran los cinco sentidos.
En el fluido que las une.
Sin matices que las guíen.
Flotan soñando sin rumbo,
volátiles laberintos.
Presos en el mismo ciclo.
Un pesado boomerang,
que regresa al mismo sitio.
Enlazando con su vuelo,
los diferentes destinos.
Esencias que se disipan.
Arrastrando en sus vapores,
los gritos y los suspiros.
Pero dejando aureolas.
Que como corchos flotando.
Alumbran cada ser vivo.
Luces vivas cenitales,
que van marcando el camino.
Sentimientos que florecen,
en secarrales y espinos.
Voces que unidas concitan,
los mayores sacrificios.
Que sonando al mismo tiempo,
provocan un torbellino.
A. L.
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