Margarita García Alonso

Necrófilo turismo político

I

Por el mundo huelen restos,

resoplan académicos,

duelistas políticos abren tumbas,

para repatriar a los poetas con honores

en los pueblos donde comenzó el infierno.

 

La osamenta de Cervantes se perdió

en la iglesia madrileña de Las Trinitarias.

 

En la búsqueda señalan:

Poco antes de morir le quedaban seis dientes.

Herido en la batalla de Lepanto,

entre turcos otomanos y la Liga Santa,

a bordo del buque La Marquesa,

recibió tres disparos:

dos perdigones de un fusil arcabuz

le atraviesan el pecho

y otro la mano izquierda.

 

Se busca a un hombre de mano atrofiada,

mala dentadura, agujereado

por molinos de viento.

 

Lérmontov cabalgó el Cáucaso,

mas murió en duelo

a los veinte y seis años.

Quiso el diablo ruso que tuviese

el pecho roto por una bala

y se desplomara al abismo

sobre un cementerio de caballos.

De él, se discute la herradura.

 

A Juan Ramón Jiménez desenterraron

en Puerto Rico,

muy liado a las raíces de una palma.

 

A Neruda lo pulverizaron

en laboratorios

en busca de arsénico.

 

Afirman que Antonio Machado

no debería pastorear en Colliure

sino en Sevilla, donde las fiestas duran

más de una semana.

 

María Kodama impidió

trasladar a la Argentina

el unguis o lagrimal de Borges.

En Plainpalais reposa su temporal,

bajo la loza húmeda

como el invierno de Ginebra,

se convierte en la arenilla

que deambula Buenos Aires

y ciega la gran ciudad.

 

Georgette se enfrentó a militares

por el cúbito, el radio y el carpo

de César Vallejo, anunciador

de aguaceros en Montparnasse.

Perú espera su llegada

para bautizar las llamas

aterciopeladas de los Andes.

 

¿El esternón de Joseph Conrad

será exhumado de Canterbury,

volverá a Polonia

mientras resuena

Chopin en la radio?

 

¿John Keats despoblará Roma

regalará un sacro a Londres,

sacro que legalizará la marihuana

en el barrio de Soho?

 

¿El gran dorsal de Eugene Ionesco

se desintegrará en el carromato

que le conduce a Rumanía?

¿La primera, segunda, tercera, cuarta,

quinta vértebra lumbar

de Wilde, Joyce, Beckett

serán amuletos para Irlanda?

 

¿El irlandés que porte un fragmento

pateará el muro que divide la nación?

 

¿Putin saborea el menisco de Nabokov?

Lo dudo, Vladimir persigue

mariposas en Montreux.

 

Rimbaud, Salinas, Kipling,

Cortázar, Bolaño, Cernuda,

Nogales yacen en tumbas sin nombre

del Fulham Cemetery,

 

Blanco White, entre lilas, en Liverpool.

 

¿Comparecerán en Tribunales,

serán llamados al orden, machacados

hasta que evidencien legitimidad?

 

Los poetas muertos esperan un reclamo,

del metacarpo ascienden florecillas

que repueblan la tierra

que nunca dio tregua.

 

II

 

David Lago González se pasea

en las noches calurosas de Madrid

y silba a los poetas cubanos

que nadie solicita.

 

Exiliados, condenados al limbo

por jóvenes que desean

borrar el siglo y atarugarse

de pechugas de oveja.

 

Demasiados muertos

del Este escalofrían,

dicen bajo palmeras del Norte,

sacudiendo las manos como abanicos.

 

Yo no tendré tumba, tampoco soy poeta.

 

He pagado a críticos para que no me nombren,

he amenazado a compiladores de antologías

para que me omitan,

 

he dicho horrores y mentado

a escribidores

 

y ahora, como si fuera poco,

me arrastro en busca del cementerio

que nunca he visto,

donde duermen

             los míos,

   me hago pasar por loca

cuando en realidad muero

           como perra

           sin nombre.

 

Del Cuaderno Zupia, 2016

Editions Hoy no he visto el paraíso

¿Qué soy para ti, qué soy yo, patria mía?

Un débil, un enfermo a quien su madre,

con una tonada triste, desesperada,

acuna entre sus pacientes brazos.

Hölderlin, El laurel