Regresaste al lugar
que como un disparo
de nieve
llevas en la sien.
Quisiste ser un héroe
y que tu nombre fuera
música
lejana
tañendo al amanecer:
la marcha de soldados,
perdón,
de tus botas
un viernes
de camino a la peluquería.
Viniste y
los gatos
se desperezaron
en tus bolsillos.
-Sonajeros rotos.
Los perros se olisquearon
esperando encontrar tu linaje
entre sus piernas.
La hora en la que te
encuentren
inventarán los santuarios.
Sus bóvedas peinarán
tu alma ventosa.
No puedes dormir: ¿cómo
meter tu cuerpo de
calles estrechas
casas bajas
atardeceres amarillos
bajo una colcha a cuadros?
Decir que tus escamas
son el empedrado de
sus pasos
(el lunes: tantas pisadas…)
Caminan los huesos
por encima de ti.
Alguien cruzará el charco
que corona tu tumba
y entrará
en Roma olvidando
las Galias,
deshaciéndose del recuerdo
de los salvajes.
Habrá que buscar
algo
que apacigüe tu reinado.
Sed de aortas
de niños
correteando tu estirpe,
una tarde de invierno,
camino al colegio
pasando por encima
de tu leyenda.