En las miradas perdidas fuimos los primeros en encontrarnos,
surcando en tus noches entre sorbitos de claridad.
Me fascinaba que sin saberlo caminaras con la certeza de que al miedo se le quedaban grandes tus sueños,
que sin hablar podías gritar tan fuerte que temblaba el silencio.
Me quedé mirándote a lo lejos,
camuflada entre flashes y ráfagas de embriaguez,
que colocón me causó tu poco interés hacia nada,
tu gran felicidad por todo.
Que difícil es hablar de tu mundo,
sollozo entre risas,
mientras pienso en mi adicción a tu complejidad
voy dibujando en la nada el laberinto que se abre ante mi cada vez que cierras los ojos,
me haces cómplice de tu poca prisa para despedirte
y me acaricias sin mirar el contorno de mis huesos.