Y en este mundo
parece haber una interconexión
más alla del tiempo y el espacio.
Entrelazar a nuestra carne
y a nuestro espíritu
parece haber fraguado
un vínculo inexplicable
una influencia irrenunciable
que es capaz de unirnos
a pesar de los kilométros.
Consumar
el rito más trascendental
del universo
ha maquilado un cordón umbilical
entre nosotros.
Y así
aunque ambos hospedemos
en lados opuestos
por el cosmos
seremos dos cuerdas de violín
vibrando a la misma sintonía.
Aún en la distancia
tambores secretos
engendrarán correspondencia
la sincronía es inevitable.