Surcó los mares sin rumbo,
sin astrolabio ni brújula.
Galopó sobre las olas.
Con el mundo en la mirada.
Los ojos como libélulas,
rojos como la amapola.
Brillantes de la firmeza,
que determina su hazaña.
En los gestos se adivina,
la fuerza que le acompaña.
Firmes los brazos al mástil.
En la cubierta los pies,
como maderas clavadas.
En los hombros de granito,
el peso de las batallas.
La cabeza coronada,
por una gorra con ancla.
Los labios de puro firmes,
parecen dos puñaladas.
La nariz como la quilla,
al viento señala el alba.
Perdidos en las consignas.
En las banderas y patrias.
Se mueven entre los símbolos,
presos en encrucijadas.
Manoteando en el aire.
Cual molinos de papel,
que el fuerte viento deshace.
Firme soporta su peso,
quien soporta los desaires.
Y enfundado en la razón,
de la necedad se evade.
Senderos que no terminan.
Caminos que se bifurcan,
en atajos y veredas.
Sueños que se difuminan,
como ingrávidas pavesas.
Rumores que se convierten,
en verdades manifiestas.
Como la bola de nieve.
Que abandonando la cresta.
Se convierte en un alud,
que cubre lo que se encuentra.
Firmes los brazos que apoyan.
Recias las manos que ayudan.
Que levantan al caído,
en su intrincada carrera.
Suaves palabras de apoyo.
Pero sabias y sinceras.
Unidas al corazón.
Como urdimbres de emoción,
que entrelazadas despiertan.
Dormidas en un rincón.
Cuando las manos de acero,
firmes prenden el timón.
La nave alcanza la meta.
Que en su cerebro soñó.
quien se encontraba en cubierta.
A. L.
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