Creía imposible esto,
antes de finalmente conocerte
ya te había escrito textos.
Amor, cuántas formas vas tomando
y hoy te encontré cantando ese tango,
recordando el viejo barrio
aunque, con nostalgia, lo desconozcamos.
Sonrisas similares merecen ser altares
de la belleza interior del ser,
aplicada en las pieles,
en los gestos, en los movimientos.
Se percibe en tu andar algo perfecto,
etéreo desde el centro
pero con los pies en el suelo.
Contagiando tu gracia al andar,
al ver que en el cielo patinás.
Te quiero acompañar,
te quiero alcanzar a tocar.
Será eterno el placer
de descubrir qué transportás.
Un sabio conocedor de lo interno
cubierto en un niño pequeño
que ubicado y a la deriva
cumplía su sueño mayor;
eliminar el tiempo,
dibujar el momento,
darle forma a los peores miedos.
Desconocemos el peso que tiene
un alma semejante a la nuestra
hasta que aparece
y la vida sabiamente la aleja.
Aún no estábamos listos,
me repito madurando y poco alegre
¿tener que extender por siempre
el momento de conocerse
será un obstáculo prudente?
Aprendí que siempre volveré a perderme
entre los brazos de seres que sean conscientes,
como lo sos vos,
de la libertad del amor, el cuerpo y la mente.