Verano Brisas

MUHAMMAD ALI

Por su puño y su palabra,

su entereza y su forma de pensar,

el Imperio no pudo doblegarlo.

Más que honores defendió la libertad,

la paz, la justicia y la equidad.

 

Trascendió la noción del cuadrilátero

con aguda inteligencia y con valor;

sus guantes, como mazos, aplastaron

la estulticia, el fanatismo y la crueldad.

 

A la guerra le negó sus galardones

en las hinóspitas selvas de Vietnam;

y Occidente, con su blanca hipocresía,

vetó sus triunfos de regio boxeador.

 

Nació para la gloria con su muerte,

más allá de tartufos y políticos,

sobre el vasto horizonte americano,

en los estadios de la eternidad.

 

Amo y señor del excitante ring,

aceptó sin modestia el desafío,

deslumbrante y poético en su estilo,

noqueando sin piedad a los rivales.

 

Bajo las luces de los reflectores

África y América se unieron

en su sensible corazón de esteta

como espinada rosa de los vientos,

marcando su deriva y su derrota

en el mar turbulento de la fama.

 

Que nos canten los bardos sus hazañas

y el Islam lo recuerde en sus mezquitas,

las huríes le prodiguen sus deleites

y El Más Grande lo reciba en su morada.