Ya los apóstatas del espiritu han claudicado
en la confusa noche de astros somnolientos
la certidumbre reposa, pálida y austera
en los remolinos de la quimérica sombra.
No te han visto llegar las hordas del silencio
y transcurres imprevista en la multitud del rocío;
ya quisieras que este piano apaciguara la ausencia
pero tu voz surge ahogada en las evocaciones celestes.
Para que involucrar al viento y a la memoria
si tus brazos impregnados agitan el hastío como estatua?