Un domingo la dije adiós; en silencio
con el corazón despedazado
implorando a la muerte
en su paso apiadarse de mí,
pero pasó sin mirarme siquiera.
Y hoy vuelve sin haber estado nunca
¡qué dicha y qué pesar!
¡qué sensato y qué absurdo!
¡qué inefable mundo!..