Cuando el colorido ocaso,
de una tarde veraniega,
embellece el horizonte,
y de ocres tonos lo preña,
me vienen lindos recuerdos,
de las pascuas navideñas,
cuando en mi querido pueblo,
soñábamos con quimeras.
Éramos alegres niños,
que andábamos por las huertas,
buscando aquellos lugares,
para que nadie nos viera,
hacer ingenuas maldades,
de muy poca trascendencia,
pero fueron la aventura.
¡Lindas épocas aquellas!
Mi madre cuidaba el huerto,
bello jardín con violetas,
y coloridas gladiolas,
sin faltar las azaleas,
que atraían mariposas,
de pájaros compañeras;
tuve gran felicidad,
aunque vivía en pobreza,
pero nunca en la miseria.
Fue alegre vida casera,
rodeada de montañas
¡conspicua naturaleza!
apreciada con esmero
que siempre da paz interna,
forjando el temperamento
para borrar las fronteras,
que divide a las personas,
y son causantes de penas,
Hoy mi pueblo ya es anciano,
es la ciudad con dolencias,
sin duda es un triste enfermo,
no existe la unión fraterna.
Mi madre no me acompaña,
pronto abandonó la tierra,
no existe su hermoso huerto,
pero planta en esa estrella,
que yace en mi corazón,
sus gladiolas y violetas.