Me vio la tarde absorto en mis recuerdos
temblando sin saber mi blanca mano
sabiendo que el placer es ese esclavo innoble
que a veces te pisa y te juegas la vida
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
y canto al horizonte perdido entre las horas
transponiendo en la noche la ruta solitaria
en el aire sonoro de la campana celeste
Una tarde cualquiera se me fue la vida
soñando con aquello que nunca fue posible
somos peregrinos sin fe en el desierto
que surca los orificios polvorientos
Todo yace dormido en la penumbra
y un silencio muy largo va cayendo en el trigo
ante un libro de poemas delicioso y amargo
escribo las palabras de un ayer que se fuera
Nunca pruebes me dijo del licor femenino
un amigo entrañable que un día partiera
pues las mieles del sabor son a veces tan amargas
que al embriagarte en ellas se te va la vida
Dos mozas con sus cántaros se divisan apenas
y en la sana vivienda se adivina una sombra
un perro cruza raudo, la calle ligero
y yo estoy sentado en la orilla, a la sombra
Tengo miedo del placer que fácil se regala
y de los besos de mujer que no tienen sentido
al son de una música tierna, que entérnece el alma
pero para que vale el amor si no lo has vivido