La escarcha que rodea el aliento
recuerda al seno áspero y duro
esculpido en márfil de redonda cumbre
por donde circulan vertiginosas
las torres que fieramente acechan
la ciudad en constante parpadeo.
Reniego del polvo que muerde
insaciablemente la memoria,
de la virtud famélica
con que se muestran ante uno
el metal y la roca
siempre seguros sobre el llanto
de las lenguas cuya muerte proclaman.
Reniego del aire que gira en un círculo
al cual acuden agoreras las aves
sentenciando la solitaria nuez,
el gesto pensativo y quedo.
Maldigo la aurora ingrávida
cuya estela deja temblorosa la jornada
marchitando las calles,
los fragmentos de luz perdidos
por aquellos que conocen las despedidas,
la sensación amarga bajo la cual reposan
frágilmente las pasiones proscritas.
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