Mi viaje al sueño del artista
con su son suave de clarinete
a un recuerdo olvidado de sorbete
que acabo, al fin, a ser realista.
La existencia de ese afán tan real,
que ante tal cruda realidad,
sueño con ese prodigio de deidad
que me lleve a lo más espiritual.
Y, lo consigue, me lleva al Cielo,
un adagio, sea yo su anzuelo
que más Cielo, también toco el averno.
Y del averno, volver a este sueño
tan hermoso que es mi empeño
real o no, volar en lo eterno.