Yo recuerdo a María, la recuerdo
por todas esas cosas que al mundo,
olvidadizo en su momento,
le dio con eficacia rayada en lo genial.
Detrás de su calmada juventud,
como una flor feliz,
cultivó lo que tanto deseaba,
sin llegar a olvidarse de los bailes
ni de fiestas alegres en París.
La sombría Polonia de la época
no colmaba sus anhelos personales,
y en verdad que fue un hecho venturoso
su partida voluntaria hacia el exilio.
Precursora de mujeres liberadas
dio un porrazo mortal a los prejuicios
que reinaron y reinan sobre el mito
de la poca inteligencia femenina.
Demostró su valor en la Sorbona
conquistando numerosos premios,
hasta ser doblegada por la anemia
producto de la mucha radiación.