Hay silencios vergonzantes,
como los que quedan detrás
de una elocuente mentira.
También los hay incontestables
cuando desnudan la mentira.
Hubo en el siglo pasado
silencios deformados,
como los que dejaron
a su paso Hiroshima,
Chernobyl o Stalingrado.
Los hubo también incorruptibles.
Gandhi, Mandela o Teresa
de Calcuta los enarbolaron.
Hay un silencio tan duro
como esclarecedor,
que sucede a la pregunta
de si me quieres.
Hay silencios electrizantes
que acompañan al flechazo.
Son reconfortantes los silencios
de los cementerios.
Silencios bulliciosos de vida
y pacíficos de muerte.
De entre todos los silencios,
yo me quedo con el que queda
suspendido cuando me miras.
TUS CHAPUZONES ME SALPICAN (3 DE JULIO DE 2019)
Contraviniendo a la fuerza de gravedad, el líquido elemento nos empuja hacia el espacio exterior hasta elevarnos a confines hidrogenados; donde las burbujas pierden su núcleo esférico para adoptar la forma de cúpulas. La línea de flotación recorta nuestros corazones y por debajo, tus piernas ondean como banderas blancas por izar, y tu ombligo, en la inmersión del espejismo, describe las estelas de un esquivo oasis. La suave presión ejercida por el agua en nuestras concavidades, al reflotar arrugadas huellas dactilares, favorece el efecto ventosa de mis abrazos. Cuando emerges de capuzones improvisados, la apertura de tus ojos me ancla al trampolín de la ternura.
El verano se presenta angustioso, hija. Dicen los meteorólogos que hemos tenido el mes de junio más caluroso de la historia, haciendo la media térmica de todo el planeta. Yo no tenía esa sensación pero son datos contrastados por expertos en la materia. El mes pasado tuve bastante carga de trabajo y como mis turnos son casi siempre por la noche y durante el día no suelo salir demasiado, tal vez por ello mi percepción en ese sentido sea un tanto errónea. Este mes parece ser que dispondré de algo más de tiempo libre para poder estar contigo. La semana pasada te llevé a la piscina. Era tu primer remojón del verano y lo cogiste con ganas. En qué me vi de poder sacarte del agua. Si por mí fuera nos habríamos quedado hasta el cierre, pues mi gloria reside en tu gozo, pero el sol era demasiado agresivo (difícil de combatir por mucha crema protectora solar que te eches) y temía que te quemases. Al día siguiente fuiste a la playa con tu hermana y ayer estuviste otra vez en la piscina con tus primas Ainara, Judit y Mónica. En esta ocasión sí permanecimos en el recinto hasta la hora de cerrar, pues tu piel ya ha adquirido un tono bronceado y no le afecta tanto la exposición al sol. Has progresado mucho en tu faceta acuática con respecto al año pasado. \"¡Papá, mira como buceo!\" Me dices, y yo te miro atentamente. Entonces te tapas la nariz con los dedos índice y pulgar, te sumerges, agitas bajo el agua la mano que te queda libre y las piernas sin avanzar demasiado y al emerger abres los ojos de par en par y te apartas el pelo de la cara. \"¿Has visto, papá?\" \"¡Vaya, mi vida, muy bien, casi cruzas la piscina buceando!\" Y muestras un gesto de satisfacción antes de sumergirte de nuevo. Espero llevarte un día de estos al campo. Os llevé a Ainara y a ti hace unas semanas pero no tardasteis mucho en decirme que os aburríais. Parece ser que tenéis predilacción por el agua y mientras pueda, te llevaré allí donde seas feliz, pues el tiempo no perdona y el día de mañana son estos momentos los que realmente habrán salpicado nuestras vidas.