Me viene una honda tristeza
por mi lejana amiga
que se quedó en la aurora
de unos sueños castos,
allá en Argentina.
Leonor,
tu nombre voy bordando
con hilos de plata
satinados de azul ilusión.
Tu nombre se refleja
en las estrellas de Salta,
sobre negros terciopelos
del cielo de tu nación.
Hoy quisiera charlar contigo
entre rosquillas crocantes
y un tecito.
Aunque tú quizás me ofrezcas un mate
bien calientito.
Yo sé que fluirían las palabras;
las fotos de niños;
tesoros rubios
de nuestras almas.
Y te mostraría tantos recuerdos;
cuadros al óleo
entre finas porcelanas...
Pinceles aquietados en el tiempo
junto a olvidados lienzos...
sin faltar logicamente
nuestros versos.
Y tú me enseñarías
los sedosos cojines
que pintaron finamente
tus manos de artista.
Las frutas y teteras relucientes
sobre platos y sartenes,
deslizadas sutilmente
con refinados pinceles.
Ay amiga, ¡qué emoción!
en mis fantasías me recreo
y de verdad te oigo y te veo
sentada junto a mí
charlando en un patio
bajo el trinar de dulces azulejos.
Y entre frases y titubeos
de pronto con nuestras miradas puestas
en el azul cielo...
recitaríamos los salmos
que de memoria conocemos.
Y el amor de Dios
bendeciría nuestro encuentro.
Ingrid Zetterberg
De mi poemario: \"Fragancia espiritual\"
Dedicado a mi amiga Leonor de San Pedro
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