Tu voz de apetecible ritmo,
redondeo de vocales,
llega lista al desayuno,
despoblando mi cuerpo
de cansancios
en un abrir y cerrar de boca.
Con ella todo vuelve
a la normalidad,
y el tedio de lo cotidiano,
esconde sus gritos
en las gavetas,
abriendo espacio
para mejores conclusiones,
apurando en mi rostro,
la perenne sonrisa
y la amabilidad.
Salgo a la calle,
arropado en la esperanza
de tus ojos mansos,
con un beso
protegiéndome del sol,
sabiéndome seguro,
pues aquí (aunque no estés)
a mi lado nunca faltas.
Eduardo A. Bello Martínez
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