Siempre fui un enamorado del río,
que me traía mensajes de otros
nombres, tripulantes que hablaban
lenguas extrañas, yo era un crío
que soñaba en que algún día viajaría
y dejaría ancláda la ciudad
marinera de tierra adentro, cruzaría
los arrozales donde hacen guardia
las grullas, llegaría al océano
donde el río pierde su nombre,
ya dejé hace tiempo de ser niño
y empezaba a ser hombre.