Eros, bienaventurada tu flecha
que golpea los mundanos corazones...
¡Oh, Amor! acción fugaz o arraigada costumbre,
silencio vital que rige al mundo,
elevas al mortal a la más alta cumbre
o le haces sucumbir en el abismo mas profundo.
Eres la llave que encierra o libera para siempre al alma,
para que vuele dichosa o fríamente muera;
eres el máximo tormento, la mayor calma,
sombra blanca del invierno, roja luz de la primavera.
Amor, nos haces pensar que el dolor es eterno
o que la felicidad es inmortal.
Sin ti vivimos en un escalofríante infierno;
tu compañía depara un paraíso celestial.
Ala de rosa y ángel benevólo o de ave oscura,
deja que nos bañemos con tus aguas frías
para saber si la vida nos será dura
o viviremos dichosos nuestros días.
Porque, Amor, eres a un tiempo, sangre y olvido;
verdad y calumnia, silencio y fragor:
inmutable maldición de quien te ha perdido,
imperecedera gloria de quien ganó tu favor.
Tenebrosa oscuridad, esperanzadora lumbre,
hoy puedo decirte a ti y a todo el mundo
que, si bien no llegué a tu más alta cumbre,
jamás caí en tu abismo más profundo.