Anoche estuve llorando
sobre tu hombro recostado
contándote la tragedia
de nuestro amor fracasado.
Me dijiste, ya no llores
que la gente está mirando.
¡y qué me importa la gente...!
que aunque mira no comprende;
el dolor que hay dentro de mi,
y que mis venas enciende.
Anoche estuve llorando
sobre tu hombro recostado,
y tus manos morenitas
mis lágrimas las secaron,
y me sentí como un niño
mimadito por su nana
y me dormí en el regazo
de mi querida Silvana.