La flecha del alba no impide acercarme
a ese lienzo frutal de mi soledad.
Tiemblan entre el sol las olas
y un rayo blanco
un grito de herida
rompen la espuma.
Hoy,
que a tu prado salado he venido
a saciarme de tinieblas;
devuélveme la desnudez de la marea
que solía con su música
bajarme aquella luna.
Devuélveme el suicidio cotidiano de los días
junto al olor de la leña
y el pan viejo
renaciendo junto al fuego.