Pasó la muerte a su lado
con la guadaña maldita,
disfrazada de sirena
y con preciosa sonrisa;
engatusaba su aspecto,
la figura tan precisa,
acompañada de niebla,
del nordeste y de la brisa,
y le invitó a que saliera
a la mar, en su barquilla
para pescar unos peces
que sirvieran de comida,
y, confiado, aceptó
y se creyó la mentira
que le acercó a la galerna
con su borrasca temida...
...Y, entonces, en la batalla,
cuando remar no podía,
él comprendió los embustes
de la sirena asesina,
ella quería su suerte,
abrazarle con su tinta,
estrellar a su trainera
y correr una cortina,
porque la muerte no acepta
la mirada y la caricia,
ni la pasión y los besos
y el amor y la utopía...
Pero quería luchar,
regresar hasta la villa,
aguantando la galerna
de la manera más digna...
...Pero la muerte, a sus ojos,
llegó con daga muy fina,
arrancándole los sueños,
las ilusiones, la vida,
y se quedó en aquel limbo
de un poema sin esquinas,
y los versos se perdieron
por alguna alcantarilla
y es que a la vida, la muerte,
le profesa gran envidia,
y destruye a quien la vive
de una manera tranquila,
en silencio, sin molestias,
arropado en su familia,
y tragándose las hieles
por el dolor de la herida...
\"...Pasó la muerte a su lado
para doblar sus rodillas,
y el hombre dijo que no,
que a la galerna vencía...\"
Rafael Sánchez Ortega ©
14/07/18