Era de esperarse,
no vine aquí queriendo ser yo
al comportarme como otro,
pero no otro cualquiera
porque sería el yo de siempre.
Todo comenzó una noche
en que la tierra quiso besar al sol
y la luna se entrometió para que no lo hiciera,
yo lo vi todo.
Estuve ahí cuando salió a flote
el sentimiento de un arrugado mar
lleno de medusas
que brillan más que cualquier estrella
cuando algo les molesta,
y estaban molestas conmigo.
Así que salí huyendo de allí cuando subió la marea,
montado sobre un hipocampo
que también tuvo miedo de morir.
Estuve mucho tiempo deambulando,
hasta que un gato me invitó a vivir en la azotea
luego de que mi barco de papel naufragara
en una calle oscura bajo una fuerte lluvia
mientras miraba hundirse cientos de letras.
Luego el gato se fue
y me quedé esperando a que volviera
pero no lo hizo.
Una araña me dijo que me fuera
mientras tejía su red sobre una luciérnaga,
pero no tenía a dónde ir.
Así que caminé
hasta que un perro callejero
me compartió un poco de comida
que sacó de un cesto de basura
e hice mi mascota a uno de los gusanos
que en ella encontré,
pero murió a los pocos días.
Estuve de luto
vagando por aquí y por allá,
luego
en un concierto de grillos callejeros
conocí a una mariposa que me invitó a volar,
volamos por todo el parque
hasta que un ave me la vino a arrebatar.
Esa noche me quedé dormido en el parque,
al despertar un par de hormigas estaban a mi lado
queriéndome llevar,
pero una lagartija vino a salvarme
así que en agradecimiento
le invité un trago y ella me enseñó a fumar.
Nos hicimos buenos amigos,
todas las tardes nos sentábamos a platicar
indagando sobre el mundo
y lo que había más allá de aquel lago
que ninguno de los dos se atrevía a cruzar.
Fumábamos hierba y bebíamos néctar,
un día perdió su cola en una pelea
contra otras lagartijas,
y murió poco después al resbalar de un faro
al que le gustaba trepar.
La enterré bajo las flores del parque,
solo fuimos ella y yo en su funeral.
Pasado mañana es mi cumpleaños
y pensábamos festejar en un bar
acompañados por algunas libélulas,
creo que le voy a extrañar.
Fue así como llegué aquí,
creo que estoy enloqueciendo
y aunque usted es religiosa Dra. Mantis,
considero que en mi vida Dios no tiene lugar.
Vine
porque me lo aconsejó una piedra,
y porque las moscas me han dicho
que es la mejor psicóloga de la ciudad.