La risa y la brisa,
pasan de puntillas.
Solapadamente.
Como una sonrisa,
que al espejo mira.
El reflejo alumbra,
pero no ilumina.
El olor intenso,
del valor que obliga.
El valor de verlo,
de hacerle justicia.
Preso en cada dedo,
el sincero anillo,
que aprieta y claudica.
Andantes inquietos,
en la escalinata,
que alcanza la vida.
Fatiga subiendo,
aliento que anima.
Y los esqueletos,
que se van dejando,
en cada subida.
Llaman al recuerdo,
para que pervivan.
Sinceras promesas,
que aúpan la vida.
Las promesas cortas,
que al nacer se achican.
Las que se prolongan,
que nunca caducan,
porque son mentira.
Miradas aviesas,
que al rozar critican.
Saltan en la arena.
Como marionetas,
vestidas de risas.
En los cuerpos libres,
de las alegrías.
Nacen los senderos,
que alegres las guían.
Como bebe el viento.
Cuando en el aliento,
transporta la risa.
Se quedó dormida.
Como una pavesa.
Que tierna se posa,
sin vida y sin prisa.
En el lado oscuro,
de la Luna prístina.
Se oculta la esencia,
de la vida misma.
Y en cada bocado,
que el tiempo devora.
Se quedan los restos,
que hicieron justicia.
Despierta la noche,
y se duerme el día.
En cada latido,
un error se olvida.
Y el sueño dorado,
que quedo en la brisa.
Vaga eternamente,
sin vida, sin prisa.
A. L.
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