En tus cuarenta años te brindo mi amor y le imploro a Dios te bendiga y te guíe por el camino del bien, con tu propio sudor.
Cuarenta, la edad sol del hombre, por el resplandor que emana de su seno para alumbrar el rumbo de la existencia humana.
Estás en una edad primaveral, porque es de oportunidades, en donde hay tiempo para todo. Tiempo para reafirmar y redimensionar fortalezas, superar fallas, innovar y emprender nuevos derroteros. Tiempo de cosecha y de volver a sembrar. Su advenimiento es desafiante, porque se puede superar el escollo y definir el plan en el corto, mediano y largo plazo, ejecutarlo y hacerlo visible.
Es una edad competitiva, porque se puede mirar por el retrovisor sin volver atrás, aprendiendo del pasado, haciéndolo sin complejo, evaluando el recorrido, transformando el presente y transcendiendo el futuro con libertad.
Significa, también, sopesar la vida. Saber que somos, qué queremos ser y hacia donde vamos. Qué hicimos y que faltó por hacer. Es el punto crucial, desde donde podemos enarbolar banderas e ideales, y edificar las bases del mañana. En cualquier momento se puede intentar, pero nunca como a los 40. Siempre habrá en ese espacio temporal de la vida, oportunidades suficientes para la victoria, porque aún el horizonte está cerca, la fragancia del futuro se olfatea y se avizora el norte a seguir.
Estás, hijo, en la edad de oro, en el momento indicado para seguir con tus planes hacía adelante, exacerbándolos con ahínco, decoro y amor.
Sabes... estoy orgulloso de ti por lo que, como hijo, padre y amigo, eres; por tu nobleza e inteligencia, por tu indeclinable voluntad de lucha, por despertar en la vorágine de una nueva urbe e instalarte allí, como que si fuese tu terruño natal. No es fácil esa transición. Nada cómodo, pero lo has logrado.
Estoy feliz por tus 40. Quiero seguirlo estando por siempre. Tu trayectoria me honra, me enaltece, porque en tu país y fuera de él, has triunfado. Admito que tus planes han sido truncados por la crisis de Venezuela, como la de millones de jóvenes. Fue entonces cuando tuviste que preparar tus maletas, equiparlas de utopías para transitar nuevos senderos.
Te ha correspondido afrontar en Estados Unidos de América, circunstancias difíciles, con dignidad y valentía, y no lo has hecho por ti, sino por amor a tu gente. Que bueno! Te reiventaste y vuelas alto por tu Rafael Alfonso y por tu Ariana, por tus Anas, por tus padres, por la abuela, por los que amas. Le echaste, le echas pichón y ahora fluyes.
Sueña hijo, sueña, porque tus sueños que son mis sueños, son los sueños de Dios para con la gente que, como tú, avanzan con Fe. Prohibido desmayar en este vuelo sagrado. Todo saldrá bien en esta nueva etapa!
Dios te cuide! Te amo!
Tu amigo y Papá, Rafael Parra Barrios.