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**~La Dama Disfrazada - Parte IV - Novela Corta~**

Y se decía, ella, -“Ay, Lucía”-. Y ese camino lo conocía ella muy bien, era el de la salvación o el de la perdición total. Y ella, en su máxima exponencia sabía que el dulce mirar de los ojos de los hombres, (ella lo llamaba dulce), porque les tenía no lástima sino compasión de ellos, porque en ese mirar se reflejaba ella, la gran y mágica Lucía. Porque en ese caminar se daba lo que más le gustaba que admiraran su “monte de venus”. Y quedaba complacida, extenuada, caprichosa, y más aún, eróticamente y exóticamente la Lucía. Era poderosa como el sol, sabía lo que tenía entre las piernas y sabía cómo jugar con eso. Era altamente atrevida a la insolencia de cualquier “chusma” que se atreviera a desafiar su “monte de venus”. Ella, los llamaba así, chusma, envidiosos, y hasta podridos de boca y de mente. A ella, no le importaba, tener una mujer para amar, para entregar lo mejor de sí, y lo que no soportaba era la hipocresía, que tenían algunas con ella. Cuando fue de salida de su hogar a dar o repartir más las invitaciones, y las viejas chismosas y, peor aún, chusmas, yá estaban es la esquina hablando de ella. Cuando pasa ella por ellas, Lucía, expide un olor fresco de un perfume de rosas y ellas, olfatean todo el viento que trajo por la prisa de Lucía al pasar por ellas. Y se dijo ella, -“¡viejas!”-. Y un hombre le dijo por el camino del callejón, -“puta”-, aquella palabra que ella odiaba por la vulnerabilidad del sexo comprado y vendido. Abrió piernas, frente al caballero, y le dijo: -“ésto no se vende se ama”-. El hombre le dijo: -“egoísta”-. porque ella era lesbiana y todos lo sabían, y porque también ella trabajaba para bien y no para el mal vertiginoso que a veces hace caer a las mujeres en la vida por ignorancias. Lucía, siguió y prosiguió su camino, claro un poco asustada por lo sucedido y se fue al cerro más abajo del monte junto al artista gráfico. En un negocito, que se llamaba, “El Bello Panal”. Se tomó un trago fuerte, mientras que el artista gráfico, la miraba insistentemente, y le decía y le explicaba de que tenían que salir a no más tarde de la cuarta semana que se avecinaba. Ella, le dice que se iba a casar y que todo estaba preparado para antes de la tercera semana que estaba próxima a venir. Ella, le contesta que:  -“sí”-, que vá junto a él a los Estados Unidos, para solventar la empresa que ella quería emprender en los negocios de arte, de dibujo y de pintura. Cuando logró escuchar el silencio entre los presentes, fue que su “monte de venus”, estaba delicioso, y hermoso, a la vista de cualquier hombre, y las mujeres, yá saben, mirándola más de lo normal con cierto agrado de envidia. Ella, como no visitaba constantemente ese lugar, pues hubo silencio. Por el pantalón tan atrevido que llevaba puesto en sus piernas. Se levantó y más miradas echó a mirar, y a volar la imaginación de los hombres en el negocio. Pero, también llamó la atención su delicada finura, su capacidad de tomar un trago con elegancia, y no como una lesbiana sin clase. Se fue, por el camino, y nuevamente encuentra ese tipo de alimaña, ésta vez se le acerca y le dice al oído: -“lávate la boca por lo que me dijiste hace rato”-. Ella, abruptamente lo despegó de sí, y caminó apresuradamente por el caminito. Y se dijo, -“Ay, Lucía”-. Ella, ahora se casa con su amor, con su amada y tiene todo listo para marcharse de viaje, en plena luna de miel. Pero, -“así, son las cosas”-, se dijo ella. Tomó a la mujer entre sus brazos, y la besó como nunca, y le dijo con fuerte voz, -“te amo Julia”-. Se casan en menos de unas cuantas semanas, y se amaran por el resto de la vida, es para acompañar aquello que se llama soledad, y el silencio de aquello que se da cuando permaneces solo. Cuando se siente el hechizo de ser embrujado y de tener en tus ojos la mirada de otra mujer en tus ojos, es un hechizo, es un brebaje, es una pócima, que bebes desde el interior de esa mujer. Y yá no puedes ni poder olvidarla. La amó intensamente, nuevamente, y quiso ser una mujer con categoría, con clase, y se entregó más y más a convivir plenamente, con esa mujer que tanto ella amaba. Le tocó sus senos, con tanta dulzura y eficacia, que palpó todo aquello que se llama vida, y vió, otra vez, el horizonte, aquel cielo azul con nubes blancas que de tanto ella hablaba. Y vió, más aún, la delicada mujer que se atrevía a abrir el entre pierna para ser más amada. Y perpetró una serie de caricias nuevas y con el dedo, y amó intensamente, como nunca antes, con un atrevido monte que se dejaba amar y por Lucía. Y ella misma se decía: -“Ay, Lucía”-. Y amó, totalmente a la mujer, con tanta capacidad como si yá fuera una experta en el amor homosexual. Pero, aunque ustedes no lo crean, no fue así, no era una experta aún. Se llenaba la boca de su sabor, de su delicia de sabores nuevos, a fresa, a chocolate y a vainilla. Y le gustaba más aún, y tenía un delicioso perfume como siempre. Como por vez primera, la amó, y la quiso, y entregó más que eso. Fue furia total, fue deseo consecuente, y pertinaz, fue un secreto a grito a voces. Que perfiló, el deseo, la euforia, y la manera tan vil y dulce a la vez de amar a una mujer lesbiana. “La dama disfrazada”, seguía siendo punto de murmuraciones, hasta llegó a ser acusada por esas víboras de extorsión, de ser homosexual y de ser punto de habladurías en el barrio o en el vecindario. Pero, ella no era la culpable, por darse a hablar, y ser punto de todo eso. Las acusaciones se cayeron una por una. Cuando la vida le entregó, el regalo de la vida, de ser envidiada totalmente y por esas viejas chusmas y chismosas del vecindario. La pauta, a seguir comenzó a volar cuando Lucía, trabajó más de lo debido. Era una buena trabajadora, que consiguió lo que nadie y lo que nunca nadie lograba conseguir. Una empresa en el futuro. ¿Cómo lo consigue, pues trabajando, es obvio?. El artista gráfico, se une a ella, más de la cuenta, y se acompañan, uno a otro, y se sientan a deliberar de cómo iban a hacer crecer esa empresa en el mercado local e internacional. La mujer llamada Julia, le entran unos celos incontrolables acerca de ese hombre que pèrsistía con Lucía. La llama insistentemente y más de lo inusual, incluso salió toda la noche con él, y no regresó hasta en el amanecer. A Julia, le da con llorar aquello que era amor y pasión por su amada Lucía. Incluso la llama, y ella, Lucía le corta la llamada. Llega el amanecer, y juntas las dos sobre aquello que se llama cama, se enaltece todo el amor y la pasión. Y se logran amar, aunque en poco más de un corto tiempo. Se miran en los ojos, y se llenan de más pasión. Cuando se logra querer a un tórrido enlace como el de Julia y Lucía. Gracias al amor y al romance entre ellas, la relación no tendría porque tambalearse en la cuerda floja. Y se amaron, otra vez, como nunca antes. Cuando el tiempo, y la manera de amarse, quedó en el ámbito del amor y la ternura. Palpó todo su cuerpo y más aún se llenó de todo aquello que se llama sexo. Cuando logró amar y entregó la razón y la locura y la tortura de ser amada por Julia. Y supo en ese mismo instante que sería la más bella del universo entregando el color de las estrellas en ese amor pasional. Y pensó en su boda. En la boda con Julia, su gran e inmenso amor. Y le preguntó: -“te esperaré en el altar como todo un caballero, pero, mi figura ni mi cuerpo se asemeja a un hombre, obvio, no soy tan fea, para vestirme de hombre y esperar en el altar a la novia, o saldremos las dos vestidas de novia entrando por la iglesia, porque existen dos posibilidades, hay dos tipos de lesbianas la femenina y la que tiene hormonas mucho más masculinas”-. -“No sé, Lucía, espero, que escojas la mejor alternativa, porque para mí, será maravilloso casarme contigo”-. Y se sabía, que se amaron como nunca antes. Y se vió y se sintió el enlace, la unión, el amor y la pasión sin medida. Y volvió a laborar, de camino por el callejón oscuro y solitario de día, por donde se pasea la prostitución a flor de piel. Y sintió una fuerte resaca, y fue un hombre, aún, borracho se tropieza con ella, por la noche anterior dentro de un bar que huele a sexo, a prostitución y a infidelidad. Y halló todo aquello que fue una noche a solas, en soledad y en desolación de infidelidad. Y quiso, ser eso. Más que el sexo infiel de prostitución, sin casamiento y pensó en Julia, y en la boda de ellas. Y fue que irrumpió en deseos, en ser así, como una prostituta de la calle, de la vida fácil, de la infiel pasión, de no sentir, sin amar, sin tener que llegar amar en verdad. Y se entregó en cuerpo y en alma con sus propias manos, en dibujar caricaturas en el puesto del mercado, todavía se encontraba allí. Porque se debía de marchar después de la boda hacia los Estados Unidos, para realizar su gran e inmensa empresa. Y ella decía, -“Ay, Lucía”-. Cuando sintió el fuerte temor con ese borracho casi encima de ella.Y Lucía, lo ayudó, lo dejó varado alli en medio del bar, y pudo mirar todo aquello dentro del bar. Vió, mesas lujosas, vió luces mágicas, y hasta un rumbo hacia los dormitorios donde se realizaba la prostitución, todo muy hermoso y muy limpio. Se marchó de allí, inmediatamente, y quiso ser eso, una prostituta, pero, le pasó por la cabeza, como un desahogo mental. Una de las viejas chismosas, la más que hablaba de ella, la vió salir del prostíbulo. Y para qué fue eso. Y fue la más chismosa, llamada Doña Tete, por todo el vecindario, y habló mal de ella, hasta por los codos. Y se hirió hasta el alma, cuando todos en el vecindario hablaron de ella más de la cuenta. Y se opuso el calor al frío, cuando se supo que había salido de un prostíbulo, cercano a su hogar, por el camino oscuro y el callejón de la soledad de los infieles y pasionales hombres de la prostitución y quiso ser más que eso, quiso ser más de lo que se creían. Y a todos les afirmó, les asintió con la cabeza, el cuerpo y más aún que sí era una prostituta, pero, lesbiana. Y quiso hacer creer eso, y aunque le salió unas lágrimas de dolor y prosiguió la senda, su camino en el Edén o en el mismo infierno. Cuando llegó a su hogar, le dijo todo a la mujer llamada Julia, a su amor eterno, a su primer y único amor, que dejó en sí, una pasión, un dolor, y una mirada como el mismo sol, lo que hicieron creer a todo el vecindario. Pero, nada amargó con dolor su boda, su esencia y más aún, su presencia sin un ausente amor, al contrario todo el amor, toda la pasión, y más aún toda la emoción de pronto casarse y unir la unión para siempre como Dios manda. Julia, la amó intensamente. Le hizo el amor como nunca, la acarició suavemente el cuerpo y más aún, la piel misma. El delirio, se hizo, como nunca, un solvente amor, y una pasión excelentemente deliciosa. Y la mujer, le dijo -“te amo”-, y la amó más que nunca, cuando sonrío riendo y más aún, con la libertad de amar y de ser amada. Con la libre expresión sobre la piel, como desafiando escribir con besos en la misma piel, es un decir, o una manera de enfrentar ese temor a ser encarcelada y para siempre en la piel de Lucía.   

         

Continuará……………………………………………………………………………………...