La llama de su fuego hecha ceniza
fue duro el invierno parece que no respira,
la nube gris en sus ojos perpetua llovizna
busca con afán mis versos aquellos que un día
cernieron en su alma paz, alegría;
en el camino ella extravió su magia,
estrella transparente, aro de luz tirita
aquel resplandor luminiscente que cubría
se apagó, poco a poco se torna tan sombría
no llega el alba, no existe el día;
su alma se volvió bruna, vengativa
quiso ser fuerte guerrera, terminó vencida,
su sangre como un cauce de río rojizo corría
la herida palpita, permanece en carne viva
entre sus manos soledad tenía.
Quiso llenar el cielo de la ausencia,
el abismo del alma entristecida
en cuerpos que el vano placer buscaban
saciar, aquella pasión encendida
impía, como un mausoleo se postraban.
Entrego sus besos a la ilusión
más nada llenaba su corazón,
en oración su voz imploraba a Dios
y preguntó: ¿Por qué nadie la amó?
Su triste peregrinar continuó,
nunca dejo de mirar con sus ojos
el manto blanco de la imperfección,
no escuchó lo que su alma le gritó,
¡No busques un cuerpo bello o perfecto,
un corazón es la bella razón!
Un tesoro que jamás conoció.