Cariño bonito,
fue tan escasa la circunstancia de poseerte
cuando contemple desvanecerse en el crepúsculo
aquella fulgurante esperanza
de nuestros alientos execrados.
No quiero ni debo mirar atrás,
porque la fortuna ya está volcada…
Pero, quién soy yo,
cómo puedo batallar a tan reprochable sanción
que miro en los anacrónicos discernimientos
de languidecidos corazones
atrapados en la intolerancia.
Rompes el silencio con el venablo hecho verso
que aplastas sobre mi apesadumbrado costado
maltrecho:
me lacera, me lapida.
Oye cariño bonito, que has hecho conmigo;
cariño bonito, solo contigo ¡YO MUERO!