Entre beso y beso me encuentro con tu mirada,
tus abrazos me rodean y me atrapan,
tu aliento acaricia mi cara.
Nuestros labios se juntan de nuevo,
puedo sentir tu cariño,
tu aroma y tu calor,
tus manos en mi cuello,
tus brazos en mi espalda
tu piel, suave como terciopelo.
En ese maravilloso momento
cuando se une nuestro deseo
eres todo lo que existe,
todo lo que quiero,
todo lo que necesito
y todo lo que pienso.
Pues ahí, sumergido en tu existencia,
tus ojos son mis recuerdos,
tus abrazos mi sustento,
tu suspiro mi respiro,
tus caricias mi alimento,
tus labios con sus besos mi motivo
y el amor que transmites mi conciencia.
En este instante indudablemente mágico,
en que el tiempo se esfuma y desaparece
y las horas se escurren por nuestros dedos
convertidos en minutos que deseo sean eternos;
yo me encuentro sumido
en un sueño sin sueño,
en una vida sin vida,
en un descanso sin calma,
en una muerte sin muerte,
en la canción de tu presencia;
yo, tan solo en tu existencia.
Y al final de esta utopía,
mientras tengo el corazón acelerado,
mirándote, sentado ahí a tu lado,
se me vienen dos palabras a la mente,
palabras hermosas si se dicen dulcemente,
pero temibles, y más si se miente;
un te amo me quema por dentro
y así parto, con un nudo en la garganta,
las palabras atoradas
y confiando solo en la esperanza
de encontrarme nuevamente con tus labios.