Tu danza nativa y el cuidado de la casa
hicieron más por el recio navegante
que toda la corte de España, reunida.
Tu voz dulce, cargada de nostalgia,
arrulló los sueños del conquistador
que quiso buscar,
más allá de las tierras descubiertas,
la quimera azulosa de otros mares.
Ni Leoncico fue tan fiel con su Señor.
Por esas y otras cosas ignoradas,
es más querido tu nombre
que muchos inscritos sobre el dorso
del inmenso Mar del Sur.
Si alguno permanece entre los pocos
que pueden luchar contra el olvido,
es el tuyo, Anayansi de Balboa.