Andamos respirando,
entre meridianos que sobran
y longitudes que pesan,
mojando los zapatos
en arenas,
hijas de océanos
que se escriben diferente.
Pero al tocar el mar,
el azul esparcido
sobre el cristal de espuma
y minerales,
sabemos que el universo
no es tan grande,
que el agua gira por el mundo,
y que la piel nos arde
desde la misma sal.
Entendemos,
que el acá y el allá,
son relativos
a la conciencia del deseo,
y si queremos (como queremos),
inventamos
una cartografía nuestra,
y si yo beso el aire
es tu boca quien lo siente,
y su tocas una flor,
en mi pecho suena una caricia.
Eduardo A. Bello Martínez
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