¡Cuanta pena llevo!
clavada en mi pecho,
tanto que sospecho
el morir de nuevo.
Pensando me atrevo
a soñar sin asecho
en mi triste lecho
del tiempo malevo.
Me quedo sangrante
incierta y perdida
sin alma que aguante
corazón sin vida
llevando jadeante
la flecha temida.