alupego (Ángel L. Pérez)

COMO UN RACIMO DE UVAS

 

Vive tozuda la hiedra,
aferrándose a la piedra.
Como se agarra a la vida,
el ser que habita en la Tierra.
Como al ser vivo se abraza,
el parásito que medra.

Subrepticiamente oculta,
en los dobleces del tiempo.
La envidia acecha grosera.
Suspendida de los hilos,
hechos de recia materia.
Siempre presta a penetrar,
en las mentes que la aceptan.

Con fuerza sujeta el niño.
Como si fuera su presa.
El pecho que le sustenta.
Libando la esencia pura,
que a su organismo alimenta.
Como la planta a la tierra.
Enriqueciendo la savia,
que da brillo a su materia.

Hilando los pensamientos.
Se descubren las ideas.
Como cuentas de un rosario.
Como una firme cadena.
Como un collar de diamantes,
cuyo valor se interpreta.
Rimero de sensaciones,
que se unen a la materia.
Voces unidas sin voz,
que alimenta a quien las crea.

Palabras que se encadenan.
De si mismas prisioneras.
Que van dejando señales.
Como profundas las huellas.
Que a veces no cicatrizan,
pues la herida queda abierta.
Cataratas de recuerdos.
Suspendidos en el aire,
como aleteo de cigüeñas.
Empujándose en la cuerda,
que los ata y los sustenta.
Como los granos de arena.
Que se parados se unen,
al albur de las mareas.

Deseos que se entrelazan,
presos en la duermevela.
Como reos esposados,
al ansia que los recrea.
Ecos que van repitiendo,
como loros sus sentencias.
De la mano los conceptos,
en los que la idea se asienta.
Carrusel de sensaciones,
que componen la leyenda.
Como un racimo de uvas,
enlazadas en su néctar.

La envidia como una lapa,
que la roca parasita.
Empañando las conciencias,
con falsas voces internas.
Adornando realidades,
que no son más que quimeras.
Que confunde la ilusión,
con verdades deshonestas.

Solo un susurro de amor.
Nos libra de las cadenas.
Supuestas felicidades,
y camufladas promesas.
A. L.
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