El deslucido edén se opuso a la primavera
y con alevosía reclamó todo brote como suyo,
la tenue luz rociaba sobre la húmeda arboleda
encallando el tinte y la fuerza de cada fruto.
Más temprano que tarde, la siembra pereció
y el semicrudo frío avanzó exasperante
ante el cielo gris en su total insatisfacción.
Las mariposas deambularon en el gélido oleaje
que el viento disparaba en contra de ellas,
y sus alas quebradizas dieron fin a sus andares
cayendo en trance, sobre las casas de madera.
¡Oh primavera! ¡No te marches!
¡Oh primavera! ¡No abandones a los enamorados!
Tu belleza atesta de pétalos en las ciudades,
pero sin ti, será triste el canto de los pájaros.
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Autor: Lluvia B. Espinoza Morales