No es la Hélade...
la tierra sin retorno,
donde la vid oculta el mediodía...
y viene la sempiterna aurora,
a morir perdida... en los montes
desgastados de trabajo,
Corinto... destila el amargo fruto del olvido
donde la huella se anuda tenue a su pecado,
de oro... la manzana podrida de su herida,
deslazada en la fuente desbocada por su arado,
Mitilene se anuncia en sus desdichas...
recogiendo en su pureza, el agrio sol del trueno
Las Cícladas... se nos trenzan cristalinas,
en las horas diamantinas de su abrazo.