Alejandro Tapia

AutoinmolaciĆ³n:

 

Autoinmolación:

Con placentero dolor truenan todas mis articulaciones y cada uno de mis huesos.

De recalcitrante dolor mueren mis anhelos, mueren mis pasiones. Las llamas los van consumiendo.

 Quizá más que mi carne llena de ámpulas, y abrasada por las ígneas caricias de las lenguas de fuego; me duele quemar mis recuerdos que sepultados bajo una profunda e hiriente obsesión, también mueren con letárgico dolor.

Y al eyacular quedo sólo yo. Nublado por el mareo del deseo ya consumado. Desolado e inflamado por el bochorno de añorar tanto,  sintiendo calar hasta mis bordes el sofocante calor que provocas, noto en este momento la disnea, el vapor negruzco saturándome los pulmones provocándome un toser amargo y sanguinolento.

Al ritmo de mi llanto se convulsiona mi cuerpo y entre espasmos y sollozos me siento arder. Mi sangre hierve y se consume rápidamente, mientras tus ojos y tu figura enaltecida por mí hasta la divinidad al fin se va, se va con el ronco y rítmico chisporrotear de las llamas. Escucho mis dientes resquebrajarse, la piel se adhiere a mi armazón óseo.

Y al fin muero por ti, muero de ti.

Bajo de nuevo a este mundo y observo:

 En la habitación, solo queda el cadáver de un poeta calcinado, en el ambiente: un olor a lágrimas, cenizas de papel que lucen grises y violetas y gotas de saliva que cayeron del filo de mi boca al dejar ir las últimas carcajadas delirantes, de obscuro y agrío rencor infectas.

El perfume del humo se mezcla con el toque exacto de melancolía, de miedo y de desamor.