Un dolor en lo recóndito de la esencia,
una punzada que desequilibra cada molécula.
Ese dolor hermoso diluye el alma.
Como liquido se esparce en la oscuridad de tus ojos,
huyen de allí en lágrimas, las recojo en copas.
Tomo tu dolor, lo ingiero con un ardor en la garganta.
En el pecho marchito quemo mis armas oxidadas.
Florece una flor incolora, casi transparente.
Se funden en mí cuerpo frágil tus lágrimas.
Tu dolor ahora es mío. Tus lágrimas son mías. Tu amor es mi amor.