Lentamente,
en la tarde
se le va notando el rostro
a la noticia.
Tu y yo
nos reconocemos,
sin presentaciones,
libremente,
saltando al ruedo
de un extenso abrazo.
Estamos más arriba
del asfalto,
donde no nos muerde el sol.
Nos devora
un hambre vieja,
una necesidad
que nos enciende
las manos.
Buscamos
a tientas,
la horizontalidad
cómoda de las caricias,
sumergidos,
desempolvados
dentro de un tiempo
que ya nos pertenece.
Eduardo A. Bello Martínez
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