Nací porque perdí una apuesta
de la que Dios no pudo salvarme.
Así que nací a mi modo,
en batalla atroz con la serpiente
que me alimentaba
dentro del vientre de mi madre,
y tras varios meses de lucha
ella ganó.
Crecí sin talento alguno,
rodeado de los mejores vicios
y de una mala educación.
en calle aprendí las mejores virtudes;
el cigarrillo, el juego y el alcohol.
Logré amasar una pequeña fortuna
con ello construí un castillo,
y con sólo su aleteo
una mariposa lo derribó.
No tuve mas remedio que
quedarme a vivir entre los escombros
como rata en su madriguera,
aunque por fuera parezca
la entrada a una galería de arte.
La suerte regresó a mí
después de que alguien
la asaltara en su camino,
así que le ofrecí quedarse en casa
y por azar o por destino
murió esa noche
por una picadura de alacrán.
La fortuna me miró y se echó a reír,
nunca he sido un buen prospecto.
Todo mi patrimonio es un viejo reloj
que me heredó mi padre antes de partir.
No sé mucho del amor
solo me he enamorado una vez,
fue de una mujer excéntrica
de instintos clásicos y cuerpo básico
que amaba la poesía,
me lo dijo aquella noche en que la conocí.
Bebía cerveza y fumaba más que yo,
vestía una blusa gris escotada
falda corta, que dejaba mirar
sus piernas largas y poco gruesas,
con una sonrisa alarmante que
hacía que todos miraran su rostro
sin poner atención en su culo o en sus tetas.
La extraño, necesito decirle que
en las paredes de mi armario
guardo un cielo pintado a crayón,
adornado con palabras en vez de estrellas
nubes lentejuela y una luna de cartón.
Que tengo una escolopendra por mascota
que alimento con libélulas multicolor,
figuras de ajedrez en la repisa
y un tablero pintado en mi mesa.
Ella siempre pensó que éramos peones
tratando de llegar a la octava línea.
Ella era diferente
nunca necesitó de mí,
tanto que una noche se largó
diciendo que yo era un condenado
y que facialmente
encontraría a un hombre mejor que yo.
Sé que moriré asesinado
a manos de una pandilla de letras,
la poesía se ha vuelto muy violenta
así que siempre ando armado
con cigarrillos, pluma y una libreta.
No sé a dónde voy,
diario al salir de casa
escojo a un perro al azar
al que sigo a todas partes.
No soy del todo un vago
mucho menos delincuente,
aprendí un poco de aquello
cuando estuve preso
en alguna cárcel allá por los años 90
todo por culpa de María
que me acusó de robarle un beso.
No tengo más que decir
ya he dicho demasiado,
sólo vine porque estoy seguro
que en este hospital
está aquella mujer
que conocí hace años saliendo de un bar,
pues sólo en este lugar
podría encontrar a un hombre mejor que yo.