Tú, que engulles verde a tu paso,
que ahogas pulmones de azufre,
que estacas por pura avaricia
colmenas que hieren las nubes,
que vives por siempre a la venta
del fraude del oro y sus duques,
que proclamas estar en auge
cuando el yunque hunde tu buque,
que espías las calles amargas
desde tu hipócrita cúspide,
que entregas aquellas esquinas
a cantos de luces azules,
que cubres la carne del pobre
que bebe el asfalto en la mugre,
!que no duermes ni dejas soñar
a los hombres más inútiles!
Te convertiste en el triste hogar
del ser que fabula y reduce
al derramar tu sangre negra
cual veneno que me seduce.