Mi cuerpo pesa
por la pena que lo aqueja.
Tus manos recorren mis piernas
y siento asco.
Tus labios se fuerzan sobre mi piel
y siento miedo.
Aturdida.
Te pido que pares,
no es correcto lo que haces;
no pareces escuchar.
Mis muñecas son el público
de tu maldita atrocidad.
Aterrada.
Quiero que acabe.
Quiero gritar.
Quiero morir.
Paralizada.
A natre sabe tu saliva.
¿Sabes?
Me estás marcando
y en diez años más despertaré
con mis brazos sangrando.
Exhausta.
El osito de peluche
que antes se encontraba en mi cama,
ahora se encuentra en la alfombra
junto a la camiseta
de mi pijama.
Entumecida.
Te pido que me dejes en paz
una vez más.
La fuerza ejercida
hunde la cama
en la que dormiré esta noche.
Agonizante.
Me resigno mientras lloro
e imploro que esto acabe,
mientras mi almohada de Campanita te reprocha
y Peter Pan observa tristemente
cómo te llevas mi niñez.
Asqueada.
Y pasarán diez años y más
y nada diré,
pero tu recuerdo regresará
y me carcomerá la piel
hasta que se vea el hueso resentido por la caídas.
Sangrante.
Y pasarán diez años y más
en los que me despreciaré.
Despertaré llorando
y nuevamente me flagelaré.
Muerta.